Como ministro de Hacienda, gestionó el aeropuerto de Palonegro, el viaducto García Cadena y las autopistas a Floridablanca y Barranquilla, ejes de la modernidad actual
El pasado 4 de noviembre se celebró el centenario del nacimiento de mi padre, Abdón Espinosa Valderrama. Su vida y obra se encuentran grabadas en los anales de Bucaramanga, ciudad donde nació el 4 de noviembre de 1921 en el seno de un hogar de estirpe liberal. Desde muy joven, este apasionado e inteligentísimo santandereano de memoria enciclopédica encontró su vocación humanista en la poesía y la lectura de los clásicos españoles y franceses.
A los 10 años, el entonces gobernador de Santander, Eduardo Santos, se alojó en la espléndida casona de mi abuelo, Abdón Espinosa Uribe, santandereanos ambos, descendientes de dos primos hermanos oriundos de Curití, cuya amistad fraterna heredó mi padre. En 1948, a los 27 años, Santos, en aquel tiempo expresidente, le entregó las riendas del periódico El Tiempo. Escribía los editoriales y las Cosas del Día. En 1949, Santos lo designó gerente general y luego lo hizo socio y apoderado. Desde 1970, y hasta su último aliento, escribió ‘La espuma de los acontecimientos’.
A los 13 años, se trasladó a Bogotá, estudió en el Colegio Mayor del Rosario y más tarde en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional. Su tesis de grado, “La economía de guerra y sus implicaciones para Colombia” fue su consagración en asuntos económicos. Su director de tesis, Carlos Lleras Restrepo, lo nombraría estadígrafo en la Contraloría General, y posteriormente, durante su gobierno, ministro de Hacienda. Repetiría el encargo ministerial durante la presidencia de Alfonso López Michelsen, su amigo en los años dorados. Fue embajador en España del presidente Julio César Turbay.
Mi padre mantuvo sus vínculos familiares y de querencia con Santander y sus gentes. A los 20 años, Alejandro Galvis Galvis, fundador de Vanguardia Liberal, a la sazón gobernador del Departamento, lo nombró secretario de Hacienda. Con la familia Galvis y sus descendientes, se sintió en familia, en Vanguardia, en casa. Como ministro de Hacienda, gestionó el aeropuerto de Palonegro, el viaducto García Cadena y las autopistas a Floridablanca y Barranquilla, ejes de la modernidad actual del terruño de sus amores.