El Gimnasio Moderno celebra su primer centenario de vida escolar el próximo 18 de marzo, acontecimiento de la mayor trascendencia en un país donde la excelencia académica importa cada vez menos, como lo demuestra el penúltimo lugar obtenido por Colombia en el Informe PISA de la OCDE, el cual evalúa el nivel educativo de medio millón de estudiantes de 15 años en 65 países. Estos alarmantes resultados confirman que los colegiales colombianos cercanos al final de su educación básica, no tienen los conocimientos ni las habilidades necesarias para su plena participación en la sociedad del saber de nuestro tiempo. Estos resultados deberían ser materia de reflexión por parte de nuestros educadores, como lo hiciera hace un siglo, Don Agustín Nieto Caballero, fundador y rector emérito del Gimnasio Moderno.

Para Don Agustín, la educación implicaba “la formación integral del individuo, corazón, cerebro, músculos; fases son de un mismo problema”, sostenía. Al disertar sobre el nombre del Colegio, Don Agustín apuntaba en 1918, que “Gimnasio lo llamamos, pensando en la actividad del cuerpo y del espíritu; Moderno, agregamos, como para sentirnos obligados a mantenernos en continua renovación.  Ese nombre es ciertamente un compromiso”, que sigue vigente hasta nuestros días.

Carl Henrik Langebaek, gimnasiano y vicerrector de Investigaciones de la Universidad de los Andes, presentó un lúcido diagnóstico de los falsos dilemas que desafían a la educación en Colombia. La disertación tuvo lugar en la Catedra Ernesto Bein, bautizada así por el admirado ´Prof´ Bein, vicerrector y luego rector del Gimnasio. Humanista, políglota, aventurero y científico de cultura enciclopédica nacido en Hamburgo en 1906, colombiano de corazón, que nos enseñó la disciplina de confianza, el amor por la música culta y el teatro, el placer de andar a pie por sinuosos caminos y cabalgar raudos por los campos.

Langebaek analiza el conflicto reinante entre excelencia académica y libertad; formación científica o humanista; conocimiento básico o aplicado, para concluir que la educación contemporánea debe abarcar estos aspectos de manera integral; recuerda que las sociedades libres son aquellas que no monopolizan el conocimiento, rechazan la arbitraria división entre ciencias y humanidades y promueven el conocimiento universal. 

Langebaek evalúa la pugna observada en la enseñanza de los idiomas entre lo extranjero y lo nacional, debate estéril que por décadas ha mantenido al Gimnasio Moderno en el vagón de atrás de la formación pedagógica, en la cual el idioma inglés resulta ser un imperativo colectivo tan importante como saber leer y escribir. La enseñanza de idiomas les abre el mundo a los alumnos y los sitúa en el sendero de la cultura y el conocimiento. El Gimnasio Moderno, para seguir siéndolo, debe apostarle, sin vacilar, a la educación bilingüe.