El populismo latinoamericano se apoya en grupos de presión irregulares para amedrentar a la ciudadanía. Manuel ‘piña’ Noriega hizo uso de los temibles ‘Dóberman’ y los ‘Macheteros’; Baby Doc. Duvalier y su padre se apoyaron en los ‘Tonton Macoute’; Hugo Chávez y Nicolás Maduro crearon y echaron a la calle como perros rabiosos a los ‘Círculos Bolivarianos’ y los ‘Colectivos’ chavistas. En la Alemania Nazi, Adolf Hitler se abrió camino, a comienzos de los años treinta del siglo pasado, con las tenebrosas ‘Camisas Pardas’. 

El ascenso al poder y sus infructuosos intentos para mantenerse -salvo las dictaduras perpetuas de Cuba, Nicaragua y Venezuela- son siempre acompañadas por marchas populares en las calles de las principales ciudades. La molienda de la democracia real y su imaginario reemplazo, la democracia participativa del pueblo para el pueblo, resulta ser el inicio del despeñadero autocrático en contra del pueblo que lo eligió en primer lugar. 

En la medida en que la popularidad del régimen se cae en las encuestas, se sube la bilirrubina a la cabeza y empieza la coerción de las fuerzas irregulares, con el apoyo del Estado y la inacción de la Policía, que previamente ha sido desmoralizada y forzada a bajar la guardia y los brazos en defensa del orden establecido. 

En Colombia, desde la Casa de Nariño se promueven las marchas ciudadanas para apoyar un reformas, cuyos textos se han mantenido en urna triclave. La ciudadanía, especialmente los jóvenes ilusos e ingenuos, son usados como carne de cañón para que pongan el pecho y la vida por sus ideales, pero que en el fondo son idiotas útiles al servicio de los titiriteros que manejan los hilos del poder. 

En salmuera se mantienen los integrantes más peligrosos y violentos de la primera línea, prestos a salir a la calle para defender lo indefensable, un gobierno que no gobierna, y que pretende arrinconar el poder legítimamente constituido y elegido para hacer las leyes, para legislar, acorde con los preceptos constitucionales que aun rigen los destinos de la nación colombiana. 

¡Estamos avisados! 

Autor 

Andres Espinosa Fenwarth