I. Primeros desarrollos de los biocombustibles en Brasil
Brasil es considerado el padre de los biocombustibles producidos con fuentes renovables de origen agrícola, y en particular del etanol o alcohol etílico que se obtiene de la fermentación y destilación de los
azúcares provenientes de la caña de azúcar. [1]

La historia de los biocombustibles en Brasil se remonta al siglo XVII, y más concretamente a 1532, fecha en la que se introdujo la caña de azúcar en el Estado de Pernambuco, industria que se inició con vocación de exportación.

En aquel entonces, existían más de 200 ingenios azucareros que sirvieron de plataforma para consolidar
una industria de clase mundial que prosperó con la producción y comercialización de azúcar y cachaza (en
portugués, cachaça), la bebida alcohólica más popular del Brasil [2], insumo base de la caipiriña. (en portugués, caipirinha), popular coctel también de origen brasileño.

La industria de biocombustibles en Brasil daría sus primeros pasos en 1919 cuando el gobernador de Pernambuco decidió que todos los vehículos oficiales usaran etanol. La primera planta de etanol, Usina
Serra Grande Alagoas, se construyó en el nordeste brasileño en 1927. La diversificación de actividades en el frente industrial comenzaría en febrero de 1931 cuando el presidente Getulio Vargas (1930-1945 y 1951- 1954) decretó de manera inédita la adición del 5 por ciento de alcohol a las importaciones de gasolina. [3]

Para 1945, Brasil tendría 54 destilerías en operación, con una producción que pasó de producir 100 mil litros en 1933 a 51.5 millones de litros en 1937. A fines de 1945, Brasil producía 77 millones de litros de etanol. Después de la Segunda Guerra Mundial y del desplome de los precios del petróleo observado hasta los años setenta, la industria de etanol entraría en una fase de abandono gubernamental y empresarial.

Este fue el interesante y prematuro comienzo de una gesta empresarial sin precedentes, primero en el frente doméstico y luego en el campo internacional, orientada a la consolidación del etanol como fuente de energía limpia, sostenible y renovable de origen vegetal, que tendría que esperar mejores vientos y condiciones macroeconómicas y energéticas más propicias para dar el salto final y ubicarse finalmente en el escenario global.

II. Fases del Desenvolvimiento de la Industria de Etanol
Diferentes estudios identifican las fases de desarrollo y las medidas implementadas desde comienzos de la
década de los setenta hasta la fecha, las cuales permiten visualizar la iteración discontinua registrada entre Gobierno y empresarios que a la postre permitió solidificar la industria de biocombustibles más importante del planeta. En principio, se distinguen tres etapas claramente diferenciadas que presentamos
a continuación:

a) Crisis del petróleo de los años 70 y los años 80

A comienzos de la década de los años 70, el sector automotriz se desarrolló bajo un proceso dirigido de dieselización, de sustitución de gasolina por diesel, especialmente del transporte público y de carga, apoyada en una política de precios artificiales abiertamente subsidiados, combustible que a diferencia del etanol ha demostrado tener nocivos efectos sobre el medio ambiente. En esa época, el tema ambiental no era una prioridad gubernamental en Brasil, ni en otros países.

La era del petróleo barato llegó abruptamente a su fin con la crisis del petróleo, que se desató en octubre de 1973, como consecuencia del embargo petrolero impuesto a Estados Unidos y a otros países de Occidente por la Organización Mundial de Países Árabes Exportadores de Petróleo (OPEP), que cuadriplicó el precio del crudo de 2 a 8 e incluso 10 dólares el barril. Se inició, así, una ola inflacionaria sin precedentes y una recesión económica que golpeó duramente a los países industrializados y a los países en desarrollo dependientes de las importaciones de petróleo. Brasil estaba en primera fila en esta categoría, con una factura energética de petróleo y gasolina importados cercana a los 4.000 millones de dólares, que absorbía entonces el 50 por ciento de los recursos provenientes de las exportaciones totales del país.

El aumento del precio del petróleo puso al Gobierno de Ernesto Geisel (1974-1979) contra la pared, el cual
se embarcó en dos ambiciosos programas, que al final resultarían en la transformación energética de Brasil, y del mundo, aprovechando las sinergias de la industria de la caña de azúcar que en la época tenía además de experiencia, capacidad ociosa y enfrentaba precios bajos en el mercado internacional de azúcar:

1. Programa Nacional de Alcohol, Proalcohol, creado mediante el Decreto– Ley No. 76.593 del 14 de noviembre de 1975 para hacerles frente a los sucesivos aumentos del petróleo, el cual se convertiría en
una ambiciosa política de sustitución de gasolina y diesel por etanol.

2. Exploración en aguas submarinas en busca de petróleo. [4] Proalcohol se lanzó inicialmente, según José Goldberg en “The ethanol program in Brazil”, con dos variantes:

1. Mezcla obligatoria del 10 por ciento de etanol y 90 por ciento de gasolina que no requería modificaciones en las condiciones técnicas de los motores.

2. Uso voluntario de una composición de 100 por ciento de etanol hidratado, es decir, 95 por ciento de
etanol y 5 por ciento de agua que exigía una motorización especial.
El diseño inicial del programa de masificación del uso del etanol no requería cambios en los motores de los
vehículos producidos o importados. Al incrementar de manera paulatina las exigencias en las mezclas, como se observa en la tabla adjunta, las ensambladoras con presencia en Brasil tomaron la decisión de apostarle al etanol y efectuaron en consecuencia cuantiosas inversiones para adecuar los motores a la nueva realidad energética brasileña, lo cual incluyó un desarrollo paralelo de estaciones de servicio que operaban a lo largo y ancho del vasto territorio brasileño.

El segundo choque del petróleo del año 1979 derivado de la revolución en Irán, elevó el precio del petróleo a 20 dólares el barril de crudo. Este pico histórico le dio un enorme impulso al programa de masificación de etanol diseñado por Proalcohol, dado que viabilizó la entrada de vehículos con etanol hidratado hasta el punto de que el 85 por ciento de la flota liviana del país era movido por etanol. En esa época, la industria cañicultora y de fabricación de etanol adquirió gran importancia en el Estado de São Paulo, relevancia que mantiene hasta la fecha, pues cerca del 60 por ciento del total de la sucroindustria
brasileña se encuentra allí localizada.

Los generosos incentivos fiscales, los subsidios y las inversiones privadas de la época dorada de Proalcohol, transformaron la industria de azúcar brasileña en una agroindustria con tecnología de punta, que le permitió mejorar sus centrales de producción y hacerse a mejores tierras adaptadas para el cultivo de caña, cuyo auge se mantuvo hasta 1989.

b) Década de los años 90
La siguiente década se caracterizó por el desmantelamiento de los incentivos y subsidios gubernamentales como parte de un proceso generalizado de desregulación de la economía brasileña que se prolongó hasta el año 2000, la cual incluyó el cierre del Instituto de Azúcar y Etanol y el fin de Proalchol. Con la reducción de los precios del petróleo, el etanol perdió su atractivo económico como fuente alterna a los combustibles de origen fósil, pese a los innegables avances en competitividad y aporte tecnológico, que desembocó en una crisis de abastecimiento de etanol a finales de la década que favoreció el retorno de la gasolina y el diesel. Por esa época, el Gobierno del Presidente Fernando Collor de Mello (1990-1992) decidió fomentar el uso del gas natural vehicular, con lo cual se dio una fuerte expansión de la conversión de la flota de vehículos al gas, que se erigió como un substituto perfecto del etanol hidratado y de la gasolina.

En 1990, la producción de vehículos movidos por etanol cayó a niveles insospechados, que representaba tan sólo el 11 por ciento del total nacional.
Los consumidores perdieron entonces la confianza en el etanol como fuente alterna de combustible y volvieron al consumo de gasolina. El etanol parecía entonces tener sus días contados, pese a que en aquella época movilizaba millones de camiones livianos, sector aquejado por precios estables del petróleo en torno de los 26 dólares el barril, eliminación de incentivos y subsidios y la promoción del gas como
reemplazo aparentemente duradero en el mercado doméstico, y por el alza en los precios del azúcar que hacía rentable su exportación.

c) Revolución de los Motores Flex, del 2003 hasta la fecha Sin embargo, el etanol tendría un segundo aire que lo catapultaría a la primera fila del mercado doméstico y luego al liderazgo en el escenario global. Con el desarrollo de los motores flexibles en mayo de 2003, con capacidad para funcionar con etanol, gasolina o una mezcla de los anteriores, la industria de etanol de Brasil dio el salto cuántico que le faltaba para posicionarse en el mapa global de los combustibles limpios y sostenibles en la era del petróleo escaso y caro. En marzo del 2003, Volkswagen lanzó en el mercado brasileño el Gol 1.6 Total Flex, el primer vehículo de motores de uso flexible, etanol o gasolina. Chevrolet hizo lo propio con el Corsa 1.8 y luego los seguirían Fiat, Ford, Peugeot, Renault, Honda, Toyota, Mitsubishi, Citroën, y por último, Nissan en el 2009.

El rápido desarrollo e implementación de la tecnología de motores flex en Brasil fue posible gracias a la infraestructura de distribución existente desde la creación de Proalcohol, la cual cuenta con cerca
de 37.000 estaciones de servicio en la actualidad. Entre 1979 y el 2009, Brasil redujo en 15 millones
el número de vehículos que usaban solamente gasolina y los reemplazó por 5,7 millones que utilizan exclusivamente etanol y 9,4 millones con motores flex. Actualmente, los vehículos con motores flex representan el 90 por ciento del número de unidades vendidas en Brasil.

De acuerdo con Marcos Sawaya Jank, [5] presidente de UNICA (União da Indústria de Cana-de-Açúcar)5,
“el mercado actualmente le apuesta al etanol”. Basta mencionar que las nuevas inversiones en el sector superan los 20 mil millones de dólares, sector que ha sido históricamente generador de inversión extranjera; de las 430 plantas del sector, 44 están controladas por extranjeros, lo cual confirma, sin embargo, que el negocio sucroenergético sigue en cabeza de empresarios brasileños. Según el reciente estudio compilado por UNICA “Etanol e Bioelectricidade” [6], el PIB del sector sucroenergético asciende actualmente a 28,15 mil millones de dólares, equivalente al 2 por ciento del PIB nacional.

Las ventas de etanol alcanzaron en el 2008 los 12,4 mil millones de dólares correspondientes a 27,1 mil
millones de litros, de los cuales 2,36 mil millones de dólares corresponden a las exportaciones de 5,1 mil millones de litros. El 90 por ciento de la producción de etanol se concentra en los Estados del nordeste (principalmente en São Paulo, Minas Gerais, Paraná, Goiás y Mato Grosso) y el 10 por ciento restante en el noreste del país (básicamente en Alagoas, Pernambuco y Paraíba).

El estudio en mención cuantifica por vez primera las ganancias en materia ambiental; las mediciones técnicas indican que el etanol derivado de la caña de azúcar “es capaz de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en 90 por ciento cuando es comparado con la gasolina”. Esta ventaja puede ser entendida, continúa el estudio, como una reducción de “20 centavos de dólar por litro que se dejan
de gastar en medidas para mitigar la emisión de gases contaminantes”.

Estas conclusiones son validadas por la agencia especializada norteamericana Enviromental Protection Agency [7], según la cual el etanol originario de Brasil contribuye a la reducción de emisiones de CO2.
A lo anterior se suma el creciente aporte derivado de la bioelectricidad generada a partir del bagazo de la
caña de azúcar, cuya energía renovable viene en alza en Brasil. En el año 2008, 30 plantas negociaron 544 MW, lo cual podría generar una facturación de 389 millones de dólares, a lo cual se añade la cogeneración de energía para consumo interno de los ingenios azucareros del centro y del sur, que en época de zafra enfrentan sequías considerables, especialmente en la zona centro del país.

El estudio demuestra que Brasil tiene “una sobrada ventaja comparativa”. “En la matriz de energía brasileña, la participación de las fuentes de energía renovables (45,8%) es más de tres veces superior a la media mundial (12,9%). Lo que es necesario ahora es profundizar esa ventaja”, concluye el análisis de UNICA.

Brasil le ha mostrado al mundo el sinuoso camino del desarrollo en materia de biocombustibles sostenibles
de origen vegetal, y en particular del etanol, cuya agroindustria ha tenido que sortear, por fortuna con éxito, los manejos cíclicos propios de los mercados de energía y de alimentos, así como los continuos cambios de orientación de numerosos Gobiernos con los que al final interactúa con amplia ventaja comparativa, todo lo cual debería ser fuente de enseñanzas para países como Colombia que comparten sus objetivos y su estructura productiva, a menor escala, en el sector sucroenergético.

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[1] Brasil es el primer productor mundial de caña de azúcar con una producción de 570 millones de toneladas, con una zafra o estacionalidad de producción que va de abril a noviembre. El área sembrada de caña de azúcar asciende a 8,5 millones de hectáreas.

[2] El Gobierno de Brasil ha logrado consolidar la Denominación de Origen para esta popular bebida brasileña, con lo cual abre posibilidades de exportación.

[3] Henry Ford es considerado también un visionario de los biocombustibles. El inventor del Modelo T que llevaba su nombre se embarcó de manera temprana, en 1908, en la producción masiva de biocombustibles de origen vegetal, cuyos primeros vehículos se fabricaron para el uso de alcohol. Para Henry Ford, el etanol era “el combustible del futuro”.

[4] El presidente de la Agencia Nacional de Petróleo, Haroldo Lima, anunció recientemente que habían descubierto “uno de los yacimientos de petróleo más grandes del mundo”, con reservas de 33.000 millones de barriles. Este hallazgo, el mayor en 30 años, transformaría a Brasil en la octava potencia petrolera del mundo, más allá de la autosuficiencia.

[5] ÚNICA aglutina 119 compañías responsables por la producción del 50 por ciento del etanol y 60 por ciento del azúcar que se produce en Brasil.

[6] El compendio incluye ocho estudios sobre el mapa de la cadena sucroenergética de Brasil, el área social, el clima, la salud pública, la bioelectricidad, los programas internacionales y la matriz energética, de diferentes autores, los cuales se encuentran en la página web de UNICA para consulta: www.unica.com.br/downloads/estudiosmatrizneregetica .

[7] The US Environmental Protection Agency’s (EPA) decided on February 2010 to classify Brazilian sugarcane-based ethanol as an advanced biofuel. This classification confirms the quality of Brazilian ethanol. EPA’s advanced biofuel classification certifies that an approved biofuel lowers greenhouse gas emissions by more than 50% compared to gasoline, according to an agency report. The EPA’s calculations show that sugarcane ethanol from Brazil reduces CO2 emissions by 61% compared to gasoline, local sugarcane and ethanol industry association UNICA said in a statement.