El principal beneficio del TLC con Estados Unidos consistió en la consolidación de la eliminación temporal de aranceles.

Por su naturaleza e importancia económica y política, el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos generó inicialmente gran interés en todos los estamentos de la sociedad colombiana, el cual si bien decayó considerablemente como resultado de la oposición del Partido Demócrata en Washington a finales de la pasada década, su importancia y relevancia alcanzaron renovados y temporales bríos con motivo de su aprobación en el Congreso norteamericano en octubre de 2011 y su entrada en vigor, a mediados de mayo del 2012.

Desde entonces, la etapa más importante ha sido el aprovechamiento de lo acordado, o su ausencia en el caso de la agricultura colombiana, donde el balance es agridulce.
Las exportaciones agropecuarias a Estados Unidos pasaron de 2.140 millones de dólares en el 2012 a 2.605 millones de dólares en el 2017, con una tasa de crecimiento de 21,7 por ciento en el periodo. Al restarles café verde y banano –productos negociados en la Organización Mundial del Comercio (OMC) que se exportan sin aranceles a Estados Unidos desde 1995)–, las demás ventas al exterior correspondientes a ese sector con destino a ese país pasaron de 948 millones de dólares en el 2012 a 1.179 millones de dólares en el 2017, lo cual muestra que tan solo crecieron en 231 millones de dólares en el lapso de los últimos 6 años.

En volumen, las exportaciones agropecuarias de Colombia a Estados Unidos están literalmente estancadas en 880.000 toneladas anuales desde el 2012, reflejo de la falta de una política gubernamental de fomento y diversificación desde 1998.

Las exportaciones agropecuarias estadounidenses a Colombia crecieron 1.505 millones de dólares en el periodo, al volar de 1.100 millones de dólares en el 2012, a 2.605 millones de dólares en el 2017.

En volumen, Estados Unidos nos exportaba 1’564.018 toneladas de productos del agro en el 2012; seis años después, el volumen traído a Colombia se multiplicó por cinco a 8’123.386 toneladas por el TLC; el 79 por ciento corresponde a maíz amarillo y derivados de soya con destino a la alimentación avícola y porcícola, cuyos productores nacionales se han ahorrado 293 millones de dólares en aranceles entre el 2012 y el 2017 gracias al TLC.

Las razones de fondo del pobre balance agrícola del TLC para Colombia son variadas: las preferencias andinas (Atpa y luego Atpdea) le otorgaban a nuestro país acceso provisional sin aranceles al mercado estadounidense para la mayoría de las exportaciones del agro desde 1992, con la excepción de carnes, lácteos, atún, azúcar y derivados, licores y tabaco. En consecuencia, el principal beneficio del TLC consistió en la consolidación de esta eliminación temporal de aranceles.

De ahí que la diversificación de la oferta exportable del agro colombiano dependiera particularmente de la agenda interna de competitividad, la promoción de exportaciones y la admisibilidad sanitaria, asuntos que se abandonaron para darle paso al estímulo de las importaciones observado desde diciembre del 2010, faena coronada por el improcedente cierre de los centros estatales de aprovechamiento de los TLC.