La inversión extranjera en Colombia tiene tres ciclos claramente definidos. Entre el 1994 y el 2003, los flujos de inversión extranjera directa, acorde con el Banco de la República, ascendieron a 24.258 millones de dólares, periodo caracterizado por una turbulencia económica considerable y rampante inseguridad ciudadana, que no eran propicias para atraer un mayor nivel de recursos externos. El comienzo del auge de la inversión extranjera directa en Colombia se inició en el 2004, año en el cual los flujos externos superaron los 3.116 millones de dólares. Al comparar la década anterior con la actual, observamos cómo la inversión extranjera directa se multiplicó por cinco en este tiempo, habida cuenta de que su nivel ascendió a 115.959 millones de dólares, según las cifras del Emisor.
La dinámica de la inversión extranjera directa de años anteriores y el auge temporal de la inversión extranjera de portafolio observado el año pasado, les permitió transformarse en la principal fuente de financiación del país, y por tanto, en determinantes de la balanza de pagos y de la oferta y la demanda de divisas en el mercado cambiario colombiano.
El mayor ingreso de flujos externos de inversión directa y de cartera han sido la resultante de la combinación perfecta de factores, que se inició con la aplicación de los conceptos de ‘seguridad democrática’ y ‘confianza inversionista’ del gobierno de Álvaro Uribe, complementado con un marco regulatorio y tributario favorable a los capitales externos de la administración de Juan Manuel Santos, que a la postre le han brindado estabilidad y seguridad jurídica a los inversionistas extranjeros.
Desde hace una década, de acuerdo con la clasificación del Banco Mundial, Colombia ostenta el sexto lugar en el mundo en materia de protección a los inversionistas extranjeros, honroso lugar que comparte con EE. UU., Irlanda e Israel. Las agencias calificadoras destacan, en general, la constancia en el manejo de la política macroeconómica y el desempeño en cuanto a crecimiento económico y control de la inflación. Sin embargo, la elevada dependencia del país en el ramo minero-energético nos está pasando una abrumada cuenta de cobro en esta tercera fase del sector externo, representada por un creciente déficit en la cuenta corriente, de 19.783 millones de dólares en el 2014, el cual fue financiado con mayor endeudamiento externo. A lo anterior se suma la pérdida del apetito inversionista extranjero en Colombia, generada por el cambio del entorno internacional.
Al asociar el creciente saldo negativo de la cuenta corriente del país con la atonía de la inversión extranjera, el panorama luce bastante complejo; es muy probable que este se traduzca en un deterioro importante de nuestra posición de inversión internacional, con lo cual será necesario acceder a una mayor financiación externa, representada por una reducción en el saldo de los activos externos (reservas internacionales) y un aumento del endeudamiento en el exterior.