En lugar de adoptar represalias comerciales, deberían hacer causa común para hacer respetar el trato arancelario pactado bilateralmente y en la OMC.

La globalización, definida como la integración económica, política, social y cultural de naciones, mercados, empresas e individuos, se originó en la Conferencia de Bretton Woods en 1944, que sentó la bases del nuevo orden global, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Acuerdo General de Aranceles y Comercio, que en 1995 -hace 30 años- se convertiría en la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Estas tres instituciones internacionales, conocidas como las tres hermanas, rigen desde entonces los asuntos relacionados con la balanza de pagos, la financiación multilateral y el intercambio comercial. La caída del Muro de Berlín en 1989, la disolución de la Unión Soviética en 1991 y el regreso de China al Sistema Multilateral de Comercio de la OMC en 2001, aceleraron el proceso de globalización de sus 164 miembros, que hasta ahora, parecía irreversible.

La globalización se tradujo en la implementación de la libre circulación de mercancías, servicios, capitales y personas a través de las fronteras nacionales. En ese interregno, la globalización se desarrolló a nivel planetario, mediante sistemas comerciales preferenciales, uniones aduaneras, zonas de libre comercio, mercados comunes y uniones monetarias, que han contribuido, según la OMC, a reducir las brechas entre países pobres y ricos, disminuir la pobreza y mejorar el nivel de vida.

De particular importancia para la liberalización e integración de los mercados de bienes, servicios e inversiones han sido los 14 Tratados de Libre Comercio (TLC) negociados por EE. UU. con 20 países, Israel en 1985, Canadá-México en 1994-2020 y Colombia en 2012.

El presidente de EE. UU., Donald Trump, paralizó la globalización de los últimos 80 años con la implementación unilateral de una Política de Aranceles Recíprocos sobre las importaciones de 184 socios comerciales, con algunas excepciones, aplicables desde abril de 2025. El objetivo de Trump es revertir con aranceles las prácticas comerciales restrictivas que contribuyen con el persistente déficit comercial de bienes de EE. UU.

El arancel, supuestamente recíproco, incluye una tarifa global de 10%, independientemente de si la nación afectada, como es el caso de Colombia, tiene un superávit comercial a favor de EE. UU. Resulta evidente que en este caso, en el cual importamos más de lo que exportamos, el arancel no es recíproco, pues no hay déficit comercial que corregir. Por tanto, el arancel recíproco debería ser cero, como es cero el gravamen consolidado del café y el banano en la OMC.

Ahora bien, recordemos que en el TLC con EE. UU. los aranceles también son cero, salvo arroz y cuartos traseros de pollo. Esta situación es similar a la que tienen los otros 19 países que tienen TLC con EE. UU., que en lugar de adoptar represalias comerciales, deberían hacer causa común para hacer respetar el trato arancelario pactado bilateralmente y en la OMC.

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inverdies.co