Los liberales y los conservadores deberían seguir el admirable ejemplo del Centro Democrático y de Cambio Radical y declararse partidos de oposición.
Desde los primeros días de su administración, Gustavo Petro tenía claro que su partido, el Pacto Histórico, no tenía la fuerza política requerida para acometer el cambio prometido en la urnas. Los alfiles del santismo serían necesarios para ajustar la aplanadora legislativa que comandó con abundante mermelada burocrática, Roy Barreras, presidente del Senado. Su principal obra fue la reforma tributaria, proyecto de ley que le permitió al gobierno triturar todas las líneas rojas -reales e imaginarias- de liberales y conservadores, que en un acto de indignidad política e ideológica, decidieron declararse partidos de gobierno.
El segundo semestre del año 2022 pasará a la historia de la ignominia política, de la incongruencia de unos partidos, que, sin vergüenza, abandonaron sus idearios para acompañar a un régimen de izquierda en el que no creen, pero que apoyan a pie juntillas a cambio de ministerios y otras prebendas oficiales.
El 2023 pinta de otro color. La rebelión política en torno a una reforma gubernamental a la salud, que desconoce los comprobados avances de los últimos 30 años, y que, por razones ideológicas, pretende estatizar la salud y cavarle la fosa a las EPS, prendió las alarmas en las faldas de la coalición de gobierno. La llave maestra para el control de estas masas amorfas era la reforma política, que a través de la puerta giratoria entre el Congreso y el Ejecutivo y el transfuguismo (cambio de partido por intereses burocráticos), les permitía a los políticos de todos los pelambres de la coalición tomarse por asalto estos dos poderes públicos.
Como dice el adagio popular, “la ambición rompe el saco”. Salieron a relucir los micos para circunscribir estas delicias burocráticas a los correligionarios del Pacto Histórico, que al igual que su jefe, quisieran perpetuarse en el poder. El hundimiento como el Titanic de esta iniciativa de Petro, Ariel y Roy -los verdaderos padres de la criatura- así ahora digan que no la criaron como al defenestrado Nicolás Petro, confirma que son los progenitores del mayor descalabro político del régimen. Ahora buscan culpables, pues, como sabemos, el éxito tiene muchos padres y el fracaso es huérfano. El naufragio de la reforma política le quita el oxígeno requerido por la coalición de gobierno para seguir aprobando, a pupitrazos y con mensaje de urgencia, los proyectos legislativos de la administración Petro.
Hay dos elementos que corroboran el resquebrajamiento de la coalición de gobierno: el fracaso de las pasadas sesiones extras, que no le sirvieron a Roy para prender el bulldozer legislativo y el derrumbe en serie de las facultades extraordinarias para legislar, autocráticamente, por decreto durante el segundo semestre de 2023.
Los liberales y los conservadores deberían seguir el admirable ejemplo del Centro Democrático y de Cambio Radical y declararse partidos de oposición.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP
andresespinosa@inver10.co