En Colombia, el terrorismo se debe combatir, desde sus orígenes, en el pantano del narcotráfico. 

La violenta explosión de un camión cargado con explosivos en frente de la base aérea Marco Fidel Suarez en Cali el 21 de agosto y el derribo simultáneo con drones de un helicóptero Black Hawk en Amalfi, Antioquia, no son hechos aislados: son la evidencia tangible del regreso del terrorismo a Colombia.

Según la Real Academia de la Lengua Española, RAE, el terrorismo “es la sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. El jurista y letrado argentino, Manuel Osorio, puntualiza en su Diccionario de Ciencias Jurídicas, Políticas y Sociales, que el terrorismo comprende “los actos de violencia en contra de personas, la libertad, la propiedad, la seguridad común, la tranquilidad pública, los poderes públicos y el orden constitucional o la administración pública”. Para Henry Kissinger, “el terrorismo se define como ataques indiscriminados contra civiles con el fin de romper el tejido social”. De lo anterior se colige que el terrorismo tiene tres características: violencia, generación de terror y destrucción del tejido social.

Los magnicidios son similares a los actos terroristas en cuanto a sus métodos, pero se diferencian de ellos, puesto que en lugar de atentar contra la población civil, lo hacen contra figuras políticas trascedentes. El magnicidio, según la RAE es una “muerte violenta dada a una persona muy importante por su cargo o poder”. El homicidio político puede ser entendido si recordamos los magnicidios de Anwar Al Sadat en Egipto, John F. Kennedy en EE. UU., Luis Donaldo Colosio en México, Álvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán y Miguel Uribe Turbay en Colombia y Fernando Villavicencio en Ecuador.

Aunque los siete magnicidios mencionados causaron miedo, zozobra y profunda tristeza entre la población, el objetivo central de los asesinos era causar su muerte y alterar el curso de la historia política y social de las naciones afectadas, y no necesariamente generar, en sí, terror. Usualmente, en los magnicidios se presentan amenazas previas, con o sin participación estatal, o coinciden con la desprotección oficial, razón por la cual, son crímenes de lesa humanidad y se denominan crímenes de Estado, por la acción directa del Estado o por errores u omisiones de protección del personaje protegido.

Shimon Peres, ex primer ministro de Israel -fallecido- sostuvo en una entrevista con Silvia Cherem en México a comienzos del presente siglo, que era vital “comprender el problema del terrorismo para luego resolverlo: ¿Cuál es la solución para solucionar el terrorismo?, se preguntaba Peres. “Pienso”, decía Peres, “que de nada sirve matar a las moscas que zumban en las aguas estancadas si no se seca antes el pantano”
.
En Colombia, el terrorismo se debe combatir desde sus orígenes, en el pantano del narcotráfico. De lo contrario, el país volverá a convertirse en un Estado fallido, como ocurrió a finales del siglo pasado. 

ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
​Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co