La vieja izquierda europea se desmorona entre el descrédito y la corrupción, mientras una nueva derecha, joven y radical, avanza sin contención por el vacío que dejó el desencanto y la precariedad de una generación sin rumbo político claro.

El inexorable giro pendular de la política europea de la izquierda social

demócrata del siglo pasado, desgastada e impopular por la corrupción, le ha dado paso a una polarización política y a un movimiento hacia la derecha, que puede tener importantes repercusiones en el Viejo Continente, y esperamos, en Hispanoamérica. Las elecciones generales celebradas en los últimos diez meses en Austria, Alemania, Portugal, Rumania y Polonia han favorecido a los partidos políticos de derecha, que, en su conjunto, se suman a la ola conservadora que domina el firmamento político en Estados Unidos y en 11 de los 27 miembros de la Unión Europea. Aún se mantienen, con dificultades, los socialistas corruptos en España, además de Eslovenia y Dinamarca con una coalición con liberales moderados.

Con la excepción de Luxemburgo, Irlanda y Malta, la derecha y la ultraderecha han ganado espacio político en los Parlamentos europeos. Este es el caso de Alemania, Francia, Italia, Suecia, Países Bajos, y por supuesto, Hungría, donde gobierna Victor Orban hace 15 años. Los estudios más recientes evidencian una brecha generacional y de género que favorece el resurgimiento de la derecha europea. Según una encuesta realizada a 25.000 ciudadanos en los 27 países de la Unión Europea por The Journal of European Public Policy, el 21% de los jóvenes situados entre los 16 y los 29 años vota por la extrema derecha, frente al 14% de las mujeres, que prefieren la izquierda radical. La inmigración desbordada, la precariedad laboral y la falta de oportunidades de trabajo favorecen los extremos entre los jóvenes, que en muchos casos, votan por primera vez.

Desde hace 40 años, se ha mantenido un cordón sanitario a nivel político contra la ultraderecha en Europa para aislarla de la vida pública. En las actuales circunstancias y desafíos globales, es evidente que estos esfuerzos han sido anodinos, e incluso, contraproducentes. El surgimiento en Alemania del partido de ultraderecha, Alternativa para Alemania, AfD, y en Francia la Agrupación Nacional, RN, son un campanazo de alerta de lo que se viene en materia política en Europa.