El tratamiento contra el cáncer es la senda correcta, es la única vía hacia la supervivencia física y espiritual.
Desde tiempos inmemoriales, la humanidad no ha podido elucidar si existe vida después de la muerte. Solo podemos afirmar sin temor a equivocarnos que después del cáncer hay esperanza de vida. Una enfermedad temible, letal, que perturba todo y a todos los enfermos con cáncer, al igual que a su familia y amigos más cercanos. Doy fe que así es, después luchar contra un raro linfoma del manto No Hodking en fase leucémica, metastásico, estadio 4 de alto riesgo, con una calificación de 9,8 en la escala de 10.
Este linfoma en particular es muy agresivo, pues tiende a volver por la vida del paciente, en promedio, 18 meses después del diagnóstico original. La pálida muerte ronda al enfermo y lo espera, agazapado, en la oscuridad del camino. Para los sobrevivientes que combatimos la sombría parca, sabemos que para alejarla resulta esencial seguir a pie juntillas el tratamiento médico; en mi caso, el proceso dispuesto con fraterna maestría y sapiencia infinita por mi médico tratante, Dr. Enrique Pedraza.
El protocolo incluye tres fases: quimioterapia intrahospitalaria en la Clínica Marly, autotransplante de células madre y mantenimiento con quimioterapia inyectada cada dos meses por dos años, que denomino suave, por sus tranquilos efectos, pese al estado latente de inmunodepresión que genera.
Terminar el tratamiento puede sonar fácil para algunos, pero imposible para otros. En Colombia, la mitad de los pacientes con cáncer lo abandonan en algún momento de la vida, existencia que, tarde o temprano, se escapa entre los dedos. Es tan duro el tratamiento contra el cáncer, que algunos pacientes sienten que la quimioterapia, la radioterapia, el trasplante, la inmunoterapia o las cirugías para extirpar los tumores los sepultan, desconociendo que la vida misma se encuentra en peligro de muerte -real e inminente- por los nefastos efectos del cáncer y no por la acción, sin duda severa, del protocolo médico en su contra.
El obstáculo es el camino, decía Marco Aurelio en sus célebres Meditaciones. De análoga manera, el tratamiento contra el cáncer es la senda correcta, es la única vía hacia la supervivencia física y espiritual para la remisión del paciente, el retorno a la vida y a los suyos.
Durante el tratamiento, y especialmente después de su terminación, los principales enemigos del paciente remiso son el estrés, el sedentarismo, la alimentación no balanceada y el tabaquismo, que nutren con avidez los tumores malignos. Lo contrario también aplica; una vida sana, con ejercicio programado, deporte, un círculo cercano de familiares y amigos como los míos, hacen parte de la remisión duradera de los aciagos síntomas del cáncer. Me siento, por tanto, eternamente agradecido con ellos y particularmente bendecido por Dios por estar vivo.
¡Así es la divina providencia, jacarandosa, que me permite celebrar con júbilo los 70 años de vida!
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
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