La fascinación que genera el caos entre los autócratas se explica desde la antigua Grecia por el síndrome de Hubris.
La crisis diplomática propiciada por los improvisados, inconsultos e irresponsables trinos del presidente Gustavo Petro publicados en la red X en la mañana del domingo 31 de enero pasado y la anárquica sesión del consejo de ministros transmitida en vivo y en directo por la televisión nacional la semana pasada, reflejan el talante caótico del mandatario del 30% de los colombianos que lo apoyan.
Petro, como revolucionario que es -según sus propias palabras- sigue a pie juntillas la teoría del caos, que, en concreto, plantea que a partir del desgobierno, el desorden y el descontrol estatal puede generarse un reordenamiento social del país. En materia geopolítica, esta teoría considera que el caos constructivo tiene una virtud transformadora, que puede cimentar los pilares de un nuevo orden social, económico y político, que reemplace el establecimiento actual.
Para los apologetas de la teoría del caos, la destrucción creativa del sector minero-energético, del gas domiciliario, industrial y de Ecopetrol, la vivienda popular, la industria, la agricultura, el sistema de salud y el régimen pensional, obedecen a su visión mesiánica de salvar el planeta y su ilusión redentorista del pueblo, para lo cual sacrifican un mundo productivo para pulir un verso climático.
La fascinación que genera el caos entre los autócratas se explica desde la antigua Grecia por el síndrome de Hubris, que puede traducirse como arrogancia, soberbia y presunción de superioridad. Este trastorno se genera por las presiones y responsabilidades del poder excesivo, que se evidencia por la presencia de un ego desmedido, alejamiento de la realidad y desprecio por las opiniones y consejos de los demás. La calamitosa sesión televisada del consejo de ministros -como se hace en Cuba y Venezuela- fue un sainete con estos fenómenos.
El neurólogo David Owen sostiene que el mal de Hubris se agrava cuando los poderosos dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones por su cuenta. La prueba reina se vio por televisión en el consejo de ministros, con la orden irreflexiva y perentoria de Petro al ministro de Minas y Energía para que vendiera la participación de Ecopetrol en la operación de fracking en EE. UU., que causó el desplome de la acción en la Bolsa de Nueva York. Según el sindicato de Ecopetrol, Uso, se perderían los US$4.200 millones invertidos y se dejarían de extraer 100 mil barriles diarios, equivalentes al 13,6% de la producción nacional.
Petro sabía que el nombramiento de jefe del despacho presidencial de un personaje misógino y sub judice como Armando Benedetti -a quien definió como “loco creativo”- iba a generar el caos entre los inconformes del alto gobierno. Esta es la destrucción creativa en movimiento para alienar a los socialistas disidentes, preludio de la implosión del petrismo y la derrota electoral de la izquierda en 2026.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co
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