Petro trina, pero no gobierna. Demuestra gran hartazgo por la Casa de Nariño, sede de un desgobierno sin par en la historia republicana de nuestro país, como lo demuestran la corrupción en las altas esferas del Estado y el errado manejo de la política fiscal y presupuestal, que son del resorte exclusivo del Ejecutivo.

Desde los inicios de la administración de Gustavo Petro hace 29 largos meses, Petro ha hecho hasta lo imposible por ir en contravía del mandato constitucional que lo compromete a fungir como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, Jefe de Estado, Jefe del Gobierno y Suprema Autoridad Administrativa. A partir de la toma de posesión presidencial en agosto de 2022, Petro décimo la cúpula militar y descremó la inteligencia de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional para darle paso al embeleco de la paz total, que se tradujo en la captura del 45% de los municipios de Colombia por parte de las guerrillas narcotraficantes de las disidencias de las Farc, el ELN y el Cartel del Golfo.

Petro demuestra especial molestia en presencia de las Fuerzas Armadas, le aburre el cargo de Comandante en Jefe de las Fuerzas Militares, que en ausencia de un ministro, militares y policías de alto rango con experiencia, se sienten desorientados por la carencia de mando y propósitos nacionales.

Como es sabido, Petro trina, pero no gobierna. Demuestra gran hartazgo por la Casa de Nariño, sede de un desgobierno sin par en la historia republicana de nuestro país, como lo demuestran la corrupción en las altas esferas del Estado y el errado manejo de la política fiscal y presupuestal, que son del resorte exclusivo del Ejecutivo.

El presidente simboliza, según nuestra Carta Magna, la unidad nacional. Petro se ha dedicado desde los comienzos de su administración a generar polarización y lucha de clases. Lo curioso del asunto, especialmente para un socialista y marxista como Petro, es que ha golpeado de manera muy dura a los colombianos más necesitados, especialmente aquellos que soñaban con una casa propia con el apoyo de subsidios estatales, que echaron al cajón del olvido para que no hicieran ruido.

La política internacional, el antiamericanismo y el antisemitismo de Petro son desvarío puro, que lo colocan al lado de las tiranías de Cuba, Venezuela, Nicaragua, China, Irán y los terroristas de Hamas y Hezbolá.

Por todo esto, Petro no nos representa.