El daño está hecho. Con Petro, Colombia dejó de ser un aliado estratégico de EE. UU. y se convirtió en una república bananera.
La deriva ecosocialista del presidente Gustavo Petro y su trasnochada ideología marxista han colocado a Colombia del lado equivocado de la historia. Desde el inicio de su administración, Petro ha movilizado las fuerzas de la burocracia estatal contra el establecimiento, la justicia, los empresarios, los hidrocarburos y los gremios de la producción para destruir la industria extractiva, estatizar y socializar la economía y la salud de los colombianos. A nivel internacional, su alarmante antisemitismo también ubicó al país del lado errado de la historia, en contra de Israel y a favor de Hamas y Hezbolá, los ejércitos terroristas más grandes y peligrosos del planeta financiados por Irán y Catar.
Desde su pasado guerrillero como miembro de bajo rango del M-19, autonombrado líder de oposición en la pasada década y ahora mandatario de izquierda alineado con los oprobiosos dictadores comunistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, también se estacionó del lado equivocado de la historia. Petro exteriorizó su profunda aversión hacia el capitalismo y su consecuente antiamericanismo. Desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca -elegido democráticamente por la mayoría popular de republicanos y demócratas arrepentidos- Petro decidió chuzar al presidente estadounidense como si fuera un molesto y persistente tábano.
Petro transformó a Colombia es una república bananera en la fría madrugada del pasado domingo. Al desafiar al presidente Trump -vaya Dios a saber en qué estado de salud mental-, decidió echar para atrás la autorización presidencial para el ingreso de aviones militares con un centenar de inmigrantes colombianos ilegales, que fueron deportados a Colombia según lo pactado con las autoridades migratorias, aeronáuticas y de seguridad.
El desafío de Petro generó una batería de sanciones en materia comercial, suspensión de visas y penalidades financieras de grueso calado. La administración estadounidense sentenció que Petro había “puesto en peligro la seguridad nacional y pública” de Estados Unidos.
Al designar a Colombia como un enemigo de la seguridad nacional y pública norteamericana, EE. UU. nos puso al lado de las tiranías de Corea del Norte, Rusia, Irán y China. A partir de allí, como lo establecen la Ley de Poderes Internacionales de Emergencia de USA (IEEPA, por sus siglas en inglés) y los tratados comerciales multilaterales y bilaterales de la OMC y del TLC, el presidente Trump adoptó represalias directas contra Colombia en materia comercial, financiera, visados y controles en aduanas para las mercancías colombianas e inmigración de nuestros connacionales en ese país.
Después de un arreglo diplomático, que obligó a Petro a retroceder y aceptar todas las exigencias de Trump, las sanciones penden como una afilada espada de Damocles en espera del cumplimiento presidencial de lo acordado. El daño está hecho. Con Petro, Colombia dejó de ser un aliado estratégico de Estados Unidos y se convirtió en una república bananera.
ANDRÉS ES´PINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co
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