Petro cerró su predica como lo hiciera Fidel Castro en 1960: ‘el compromiso popular de este gobierno va hasta la muerte’.
El presidente Gustavo Petro prefirió huir hacia adelante para sortear la profunda crisis de gobernabilidad generada por sus propias huestes. El dramático escenario escogido fue la carrera séptima, a pocos metros de la acera occidental con la calle 14 donde se derrumbó de espaldas, herido de muerte, Jorge Eliecer Gaitán.
La arenga de Petro, rayana en el victimismo, fue un parteaguas político de realidad espuria sin antecedentes históricos, que en lugar de tender puentes, abre y profundiza las brechas políticas y sociales de nuestro país. ¿La razón? La imperturbable destreza para contar entelequias apartadas de la realidad.
No es cierto que el gobierno sea objeto de un “golpe blando, un golpe de estado contra la voluntad popular”. Si acaso, un autogolpe conspirativo -o un golpe bajo- por parte de la mano derecha de Petro durante la campaña presidencial, el embajador en Caracas, Armando Benedetti, calificado como “drogadicto” por su jefe inmediato, el canciller Álvaro Leyva.
Benedetti prendió el ventilador del Proceso 15.000 cuando afirmó que ingresaron $15.000 millones a la campaña presidencial de dudosa procedencia, y que “el señor Prada se robó todo el Ministerio con la mujer”. No fue una denuncia de la oposición, de los medios de comunicación, ni de la Fiscalía.
No es cierto que en Colombia quieran “destruir al presidente en la Comisión de Acusaciones para hacer lo mismo que se hizo en el Perú”. Pedro Castillo fue apresado después de que el Congreso peruano lo destituyera por anunciar horas antes la disolución de la Cámara legislativa, diera un golpe de estado e instaurara un gobierno de excepción. No es cierto que las encuestas sean “mentira” y que Petro cuente con “la mayoría popular en Colombia”.
Las encuestas más recientes de Invamer y Datexto tienen el 95% de confiabilidad; ambas estiman que la aprobación de Petro cae como una plomada al 30%, con lo cual se confirma la creciente soledad del poder del mandatario.
No es cierto que Semana ordene y el CTI obedezca. La concordancia espuria resulta tan absurda, que se cae de su peso, orientada a censurarlos.
No es cierto que “la prensa odie a la vicepresidenta por su color de piel”. Los medios de comunicación informan sobre los asuntos de interés nacional, como sus onerosos desplazamientos en Black Hawk y su viaje al África, pero no destilan odio en ninguna de sus crónicas periodísticas.
No es cierto que “los chuzadores son ellos, no nosotros”. La evidencia lo confirma.
Petro aseveró que el “Presidente es un sirviente del pueblo, y llega hasta donde ustedes quieran, y si quieren ir más allá, vamos más allá”. Petro cerró su predica como lo hiciera Fidel Castro en 1960: “el compromiso popular de este gobierno va hasta la muerte”. Preferimos que respete la Constitución Nacional.
ANDRÉS ESPINOSA FENWARTH
Miembro del Consejo Directivo del ICP.
andresespinosa@inver10.co
anamaría Vásquez Caro
La soledad del tirano