El Informe de Riesgos Globales 2023 presentado en el Foro Económico Mundial que se reúne esta semana en Davos, Suiza, confirma que la inflación, y en particular, el incremento del costo de vida es el “riesgo más grave” de los próximos dos años, fenómeno económico que puede afectar a una proporción significativamente elevada de la población mundial.
La crisis global del costo de vida afecta de forma desproporcionada a los más vulnerables, especialmente por el hecho que el incremento de los precios se centra globalmente en bienes esenciales, alimentos y energía. Para frenar la tendencia alcista de los precios internos, alrededor de 30 países introdujeron restricciones a las exportaciones de estos rubros el año pasado, lo que aumentó aún más la inflación mundial, impulsada a sangre y fuego por la interminable guerra genocida de Rusia en Ucrania, el granero de Europa y del mundo.
El índice de precios de la FAO alcanzó, en 2022, el nivel más alto desde su creación en 1990. Se estima que los precios de la energía seguirán siendo un 46% más elevados en el 2023, que el promedio observado en el 2022. La relajación de las políticas contra el Covid-19 en China podría impulsar aún más los precios de la energía y las materias primas, con lo cual el panorama de las expectativas inflacionarias hacia adelante luce gris oscuro.
Las continuas interrupciones de las cadenas de suministro globales generadas desde el inicio de la pandemia -y ahora desde China- podrían conducir a una mayor inflación, pero de naturaleza más rígida, particularmente en alimentos y energía, lo cual agravaría aún más la precaria economía de los más desvalidos.
En Colombia, los desbocados niveles de inflación obedecen por mitades más o menos iguales a las presiones por el lado de la demanda, que son el objeto principal de la política monetaria contraccionista del Banco de la República, y a los choques de oferta de alimentos generados por el violento paro promovido por la primera línea el año pasado, que poco o nada le preocupan al Ministerio de Agricultura.