El discurso del presidente Gustavo Petro en la ONU es la cumbre de la irracionalidad, del poder de la sinrazón.

La teoría de la irracionalidad racional de Bryan Caplan, economista norteamericano de Berkeley, doctorado en Princeton, muestra como las ideas y las decisiones absurdas también pueden obedecer a una lógica que contradice los principios básicos de la razón.

En últimas, la irracionalidad racional, el poder de la sinrazón de Caplan, prueba que algunos seres humanos convierten sus creencias en argumentos, por lo general, contra toda evidencia, hasta el punto que relajan los principios tutelares de la verdad sabida y evidencia comprobada.

El discurso del presidente Gustavo Petro en la ONU es la cumbre de la irracionalidad, del poder de la sinrazón. De acuerdo con el diario El País de Madrid, la alocución presidencial fue escrita a tres manos por el mandatario basada en un borrador inicial del asesor político español, Antoni Gutiérrez-Rubí, y la secretaria privada de la Presidencia, Laura Sarabia. Conferencia magistral de diez páginas, que inexplicablemente omite mencionar a Colombia.

La disertación parece escrita por Greta Thunberg -joven activista sueca contra el cambio climático- para el gobernador del Amazonas por su obsesión por la protección de la selva, y de manera particular, de la planta de coca, arbusto maldito y nirvana del narcotráfico, los carteles mexicanos y las guerrillas colombianas.

La argumentación usada es falaz, especialmente cuando afirma que se usa glifosato para destruir las siembras de coca, cuya aspersión está suspendida en Colombia desde mayo de 2015.

Para justificar la protección de los cocaleros -pregón que podría conducirnos hacia la conformación de un narcoestado en Colombia-, demoniza el carbón y el petróleo en un tono anti-desarrollista, que no tiene parangón en la historia económica nacional. El discurso es irracionalmente anticapitalista y anti mercado al declarar que el desastre climático lo origina el capital. Su acumulación, dice el texto presidencial, es ‘la acumulación ampliada de la muerte’. 

El mercado ‘recorta la existencia’. El mercado es el ‘Frankenstein de la humanidad’, sentencia de manera absurda, apocalíptica y lacónica la epístola presidencial. Si así fuera, deberíamos volver a la Edad de Piedra para luchar, con éxito, contra el cambio climático.

La disertación presidencial explica de forma simple la migración hacia EE. UU., de migrantes supuestamente atraídos por el agua y no por el sueño americano. Luego reza en un tono francamente antiamericano y sin antecedentes en la ONU -salvo las peroratas de los sátrapas Fidel Castro y Hugo Chávez-, que en Norteamérica encierran los migrantes, “construyen muros, despliegan ametralladoras, les disparan.

Los expulsan como si no fueran seres humanos, quintuplican la mentalidad de quien creo políticamente las cámaras de gas y los campos de concentración, reproducen a escala planetaria 1933”. El país nacional y el país político, al igual que los demócratas de todas las latitudes, rechazamos la afrenta diplomática contra EE. UU., agravio que amerita excusas y retractación oficial.

Andrés Espinosa Fenwarth
Miembro del Consejo Directivo del ICP
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