Brexit generará una pérdida de 4% del PIB británico en los próximos 15 años.
Brexit, la salida del Reino Unido de la Unión Europea, es el divorcio del siglo. Hace cuatro años, la Gran Bretaña votó el referéndum a favor del Brexit. Esta decisión soberana consolidó el poder del Partido Conservador, pero engulló a dos de sus primeros ministros (David Cameron y Theresa May) para darle paso al colorido e inteligente, Boris Johnson, quien puso en movimiento las ilustres ruedas de la burocracia inglesa para el estricto cumplimiento del voto popular y la consecuente implementación negociada del Brexit.
A partir del 1 de enero de 2021, la relación económica entre la Gran Bretaña y la Unión Europea se rige por un acuerdo comercial, libre de aranceles y cuotas, que abarca el comercio bilateral valorado en 650.000 millones de libras esterlinas. En términos prácticos, el Reino Unido deja de pertenecer al mercado único de bienes y a la unión aduanera europea, que sustentan el libre movimiento de mercancías en su interior. Cabe mencionar que la Gran Bretaña nunca hizo parte del euro, moneda de reserva creada por el Tratado de Maastricht de 1992 ni del Tratado de Schengen de 1985 que gobierna la libre circulación europea de personas.
El comercio de bienes entre la Unión Europea y el Reino Unido queda entonces sujeto a estrictas disposiciones aduaneras y regulatorias, que solo se podrán suavizar mediante la cooperación bilateral pactada.
El acuerdo, de 500 páginas, prevé amplia, continua y sostenible conectividad aérea, terrestre, ferroviaria, fluvial y marítima, pero en condiciones inferiores a las existentes anteriormente.
En materia migratoria, los británicos no podrán beneficiarse de la libre circulación europea, del derecho a viajar, trabajar y vivir en la Unión Europea como antes.
En particular, los británicos dependerán de la exención de visado para estancias cortas y de las complejas normas laborales de los Estados miembros para trabajar, que restringen de forma significativa sus opciones personales y profesionales.
La City de Londres dejó de pertenecer al mercado de servicios financieros de la Unión Europea. La Bolsa de Valores, la banca y las compañías de seguros quedaron sujetas a las decisiones unilaterales de la Gran Bretaña y del bloque europeo, denominadas “decisiones de equivalencia”, las cuales hacen parte de un memorando de entendimiento en proceso de construcción.
El acuerdo entre Londres y Bruselas mantiene, por un lado, abierto el borde entre Irlanda del Norte (monárquica) y la República de Irlanda (independiente), con lo cual se consolida la esperanza de una reunificación de estos hermanos de sangre. Por el otro lado, Brexit fomenta los vientos separatistas de Escocia, cuya primera ministra, Nicola Sturgeon, le apuesta todo su capital político al regreso escocés a la Unión Europea.
Según la Oficina Presupuestaria del Reino Unido, Brexit generará una pérdida de 4 por ciento del PIB británico en los próximos 15 años; asimismo, perturbará y encarecerá las cadenas de valor europeas, y por ello, favorecerá las relaciones económicas y comerciales con los demás países.