Según el FMI, las medidas de los bancos centrales han sido fundamentales para satisfacer las necesidades de liquidez de las empresas y los hogares.
John Keynes, el economista británico más influyente del siglo XX, escribía hace noventa años que ante una caída significativa de la tasa de interés, la preferencia por la liquidez se podría convertir en prácticamente absoluta hasta el punto en que casi todos los agentes económicos prefirieran efectivo en lugar de tener ahorros o inversiones con un bajos rendimientos.
En este caso, la autoridad monetaria podría perder el control de la tasa de interés y se frenaría, así, el estímulo al consumo de bienes y servicios. Keynes sugería que en este escenario de ineficacia de la política monetaria, las autoridades deberían dar un paso adelante y gastar más.
Casi un siglo después, Gita Gopinathy, profesora de Harvard y directora del Departamento de Estudios del Fondo Monetario Internacional, FMI, parece darle la razón a Keynes. Gita sostiene que en esta era de pandemia sanitaria, los bancos centrales a nivel mundial han evitado una catástrofe financiera a través de la reducción de las tasas de intervención, inyecciones masivas de liquidez y agresivas compras de activos financieros.
Sin embargo, los bancos emisores han caído en una trampa de liquidez global, con poco margen para nuevos recortes de los tipos de interés, donde la política monetaria tiene un efecto muy limitado.
Por primera vez en la historia, el 97 por ciento de las economías avanzadas y el 60 por ciento de los países emergentes han empujado las tasas de interés oficiales por debajo del 1 por ciento. En una quinta parte del planeta los intereses son negativos en términos reales, Colombia incluida.
Según el FMI, las medidas de los bancos centrales han sido fundamentales para satisfacer las necesidades de liquidez de las empresas y los hogares. Las facilidades crediticias diseñadas por los banqueros centrales solo pueden asegurar el poder de prestar, pero no el de gastar, como afirma el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jay Powell.
En efecto, estas políticas tienen una capacidad reducida para estimular la demanda de los consumidores. La reactivación económica en tiempos del coronavirus depende, entonces, de una activa política fiscal de gasto público.
Los ministerios de hacienda pueden apoyar la demanda agregada mediante transferencias de efectivo para respaldar el consumo y la inversión a gran escala en instalaciones médicas, infraestructura física y protección del medio ambiente.
Estos gastos crean empleos, estimulan la inversión privada y sientan las bases para una recuperación más sólida y sostenible. Lo que importa ahora es que la inyección de dinero estimule la confianza de los consumidores.
Con un nivel más elevado de confianza, los consumidores acudirán a sus ahorros y aumentarán sus gastos, restableciendo el movimiento circular y virtuoso de dinero, crecimiento y empleo.
En consecuencia, la política fiscal debe liderar la recuperación económica durante la pandemia. Les corresponde a los gobiernos contrarrestar el desplome del consumo y la inversión con más gasto en lugar de imponer más impuestos.