La economía colombiana ingresó de lleno a la cámara oscura de la incertidumbre nacional. La agencia calificadora Standard and Poor’s rebajó la perspectiva crediticia de largo plazo de Colombia de ‘estable’ a ‘negativa’, pese a que, por ahora, mantiene el grado de inversión.
El adverso –y anticipado– cambio en la nota de Standard and Poor’s evidencia el mayor riesgo de un deterioro de la posición externa del país, especialmente “si el Gobierno falla en llevar a cabo a tiempo medidas fiscales que controlen sus déficits presupuestario y externo”.
La determinación de la calificadora internacional se apoya en la valoración del impacto del hundimiento del precio del petróleo en las proyecciones de crecimiento económico, cuenta corriente y déficit fiscal de nuestro país. Las repercusiones del desmoronamiento de los precios de los hidrocarburos se amplifican localmente por nuestra azarosa dependencia en el sector minero-energético. En la última década, este sector alcanzó a generar el 70 por ciento de las exportaciones y el 85 por ciento de la inversión extranjera directa de la balanza cambiaria, contribuciones menguadas actualmente entre 30 y 50 por ciento, respectivamente. La renta fiscal petrolera –incluyendo los dividendos de Ecopetrol–, que aportó el 19,6 por ciento de los ingresos totales del Gobierno en el 2013, se derrumbó a cero este año.
No sorprende, entonces, como lo percibe Standard and Poor’s, que los menores ingresos petroleros golpeen fuertemente la evolución de la economía, las cuentas externas y la estabilidad fiscal. En efecto, el desplome de los precios del petróleo puede reducir el crecimiento real del PIB del 2,9 por ciento en el 2015 al 2,6 por ciento en el 2016, dato inferior al pronóstico excesivamente optimista del Gobierno: 3,6 por ciento.
El descenso de las exportaciones minero-energéticas y el flujo importador manufacturero explican el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos de 20.962 millones de dólares en el 2015 -equivalente al 7 por ciento del PIB-, considerado por Carlos Gustavo Cano como el talón de Aquiles de la economía. El ocaso de los ingresos petroleros contribuye decisivamente al faltante fiscal del Gobierno Nacional Central para este año del 3,6 por ciento del PIB, correspondiente a 30,9 billones de pesos.
El ajuste que se viene luce incierto y doloroso, marcado por el desplome a mínimos históricos del Índice de Confianza del Consumidor de Fedesarrollo y el ascenso de las primas de riesgo soberano. El Emisor anunció la necesidad de comprimir el crecimiento económico para que el déficit externo se reduzca, sea consistente con la caída del ingreso nacional y contribuya a controlar las crecientes expectativas de inflación. Standard and Poor’s advirtió que la calificación de riesgo del país dependía de los diálogos en La Habana y de la habilidad del Ejecutivo para efectuar un ajuste fiscal -vía menores gastos y mayores ingresos-, que estabilicen el abultado déficit presupuestal y el desmedido aumento de la deuda externa.