Abdón Espinosa Valderrama: nos quedan el atronador silencio de sus sabias palabras, sus lúcidas enseñanzas y la huella de una vida ejemplar.
Abdón Espinosa Valderrama, mi padre, nació en la ciudad de los parques hace 96 largos años. En la morada paterna aprendió el cultivo propio del lenguaje con olor a poesía y el mantenimiento de su dignidad y elegancia original, solar santandereano en el cual le forjaron como el acero desde joven, con un carácter recio, decidido y apropiado para afrontar los más altos y complejos destinos de la patria.
Desde siempre, repudió, sin reservas, el neoliberalismo y el capitalismo salvaje. Abogó la vida entera por el intervencionismo estatal, la economía social, el pleno empleo, la protección de los desfavorecidos y el manejo fiscal, pulcro y providente, de los recursos de la hacienda pública. Fue, siempre, un liberal de Partido e ideario progresista, un social demócrata, un republicano con fuerte arraigo social. Abdón Espinosa Valderrama fue, en pocas palabras, un demócrata integral y un faro intelectual, el último de auténtica estirpe liberal de nuestra nación.
Abogado de las justas causas, del derecho de gentes, de las libertades civiles y de prensa, sin cortapisas de ninguna índole, de la economía nacional, con cimientos en arquetipos sociales, sacrificando, incluso, y con frecuencia, el interés particular. Dilecto, inteligente, lúcido pensador, historiador, intelectual de hondo calado, y al mismo tiempo, ameno conversador hasta el último suspiro de su incesante y fructífera vida.
Con la portentosa luz de cristal irradiada por la Casa Editorial El Tiempo, con la guía filial, espiritual y de amistad fraterna de su antiguo director-propietario, Eduardo Santos, el apoyo de sus herederos y luego de sus actuales accionistas, Abdón Espinosa Valderrama siguió su camino recto e imperturbable como director encargado, editorialista, subdirector, gerente y columnista inmutable y longevo del diario más influyente del país, con su ‘Espuma de los Acontecimientos’, que comenzó a escribir en 1970 y conservó hasta su último aliento.
Como Ministro de Hacienda durante la presidencia de Carlos Lleras Restrepo, y posteriormente de Alfonso López Michelsen, desplegó su maciza independencia frente al Fondo Monetario Internacional, que pretendía bloquear el acceso público y privado a los créditos externos. Rechazó luego las sinuosas propuestas de desmantelamiento del Estado nación, impulsadas por el Consenso de Washington a finales de los años ochenta.
Lo recordaremos, siempre, como un gran hombre, brillante, de probidad perfecta y corazón limpio, íntegro, culto, orador insigne, cosmopolita, prolijo, de inteligencia superior, caballero a carta cabal, señor de fina estampa, hidalgo de laboriosa y refinada pluma castellana, bellas artes y tierras de España donde fungió como luminoso Embajador de Colombia durante la presidencia de Julio César Turbay Ayala, en compañía de mi madre, Irma Fenwarth Andrade, de legendaria belleza, dulzura e inteligencia sin par.
Nos quedan, al final de los tiempos, el atronador silencio de sus sabias palabras, sus lúcidas enseñanzas y la huella, indeleble y maravillosa, de una vida ejemplar dedicada, generosa y desprendida al servicio del bien común y la Patria, ancha y venturosa, por todos y para todos.