Durante las últimas tres décadas, la agricultura de Brasil ha crecido de manera vertiginosa. Según la FAO, la producción agrícola se ha duplicado; el sector pecuario se ha triplicado, como resultado de la incorporación de 34 millones de hectáreas adicionales al torrente productivo agrícola, y, especialmente, por la constante mejora de la productividad. Brasil es el segundo exportador de productos agropecuarios del mundo, valorados en 89,5 billones de dólares, equivalentes al 9 por ciento de las exportaciones globales. El país es el primer exportador mundial de azúcar, jugo de naranja congelado y café; segundo de etanol, agroindustria que se remonta a 1931; segundo productor mundial de soya y quinto de algodón; las exportaciones de maíz, pollo, cerdo y carne de bovino muestran igualmente dimensiones planetarias.
En estos 30 años, las exportaciones del agro brasileño aumentaron su participación del 24 al 36 por ciento del total exportado, reflejo de un auge sectorial sin precedentes. La agricultura en Brasil absorbe el 13 por ciento del empleo a nivel nacional, el triple de su participación en el PIB; contribuye decididamente a la lucha contra la pobreza en el campo, mediante el impulso de la agricultura familiar y el acceso en condiciones de favor de los alimentos para los más necesitados.
Los logros brasileños en agricultura tiene que ver con una mejora sistémica de la productividad total de los factores de producción, entendida como aquella que representa la parte del crecimiento agrícola continuado, originado por avances tecnológicos, desarrollo de genética, perfeccionamiento de nuevas variedades, mejoras en el manejo de la tierra y uso del agua. En este frente, Brasil ocupa el doceavo lugar entre 172 países, superando a las economías de la Ocde, con una tasa de crecimiento anual que fluctúa entre el 3,5 y 4,5 por ciento desde 1985.
¿Cuál es el secreto del milagro brasileño en agricultura? La aplicación de una política agropecuaria integral, sostenible, articulada y con visión de largo plazo. La agricultura brasileña goza de exenciones tributarias importantes, que promueven sus exportaciones. El principal instrumento de política agropecuaria es el crédito concesional, el cual cobija la agricultura comercial y los pequeños propietarios, cuyo presupuesto anual supera los 76 billones de dólares, de los cuales el 10 por ciento se asigna en beneficio de la agricultura familiar. Le siguen, en importancia, los precios mínimos garantizados y el almacenamiento estratégico de 33 productos agropecuarios, con un presupuesto de 2,5 billones de dólares anuales, y la política de subvenciones, mezclas crecientes y exenciones tributarias para los biocombustibles.
A lo anterior se suma un eficaz sistema de innovación, ciencia y tecnología de agricultura tropical, liderado desde 1973 por la empresa brasileña de investigación, Embrapa, labor complementada por universidades locales en materia de nutrición, salud y medioambiente. Por último, se destacan cuatro programas subsidiados de seguro de cosechas e ingresos, correspondientes al 17 por ciento del soporte federal a los agricultores.