El cierre de la planta de la multinacional estadounidese Mondelez Internacional, en Cali, anteriormente Cadbury Adams, prendió las alarmas del sector productivo nacional, agobiado por el acelerado desvanecimiento de su base industrial.
En efecto, Colombia ha experimentado un complejo proceso de desindustrialización entre 1975 y el 2014, medido como la relación decreciente entre el valor agregado industrial y el PIB. Este indicador se redujo del 24 al 11 por ciento en este periodo. En materia de empleo, la manufactura contribuía con el 25 por ciento del empleo total en los años setenta y ahora aporta el 13 por ciento. Si bien es cierto que en la medida en que un país avanza en los diversos estadios de desarrollo económico, se evidencia una evolución sustitutiva del sector de servicios, el pobre desempeño industrial nacional verificado desde el 2008 confirma la profundización de la desindustrialización en nuestro país.
Este fenómeno corrobora la existencia de un deliberado patrón de especialización de la economía colombiana en la explotación de sus recursos naturales, que presentó inicialmente muy buenos resultados, mientras se mantuvieron por las nubes las cotizaciones internacionales del sector minero-energético, pero que, inevitablemente, mostró su verdadero rostro por intermedio de la enfermedad holandesa, la revaluación amplificada del peso y el desplome industrial.
La enfermedad holandesa explica en alto grado las consecuencias negativas en materia de competitividad internacional y destrucción gradual del tejido empresarial del sector real, como efecto del crecimiento de los ingresos externos provenientes del incremento de las cotizaciones internacionales de las exportaciones del ramo minero-energético.
Con la terminación del auge exportador de origen primario el año pasado, el sector real de la economía enfrenta actualmente un cambio de circunstancias para el cual no estaba suficientemente preparado.
A ello se suma el abusivo ‘costo país’, representado por las deplorables deficiencias nacionales en materia de infraestructura y logística, las tarifas de transporte de carga terrestre y de energía más caras de Latinoamérica y las tasas impositivas más elevadas del planeta –después de Argentina, Bolivia, Eritrea y Tayikistán–, que arrasan la competitividad internacional de la industria local y multinacional.
En un estudio publicado por el FMI este mes, titulado ‘Determinantes de la rentabilidad de las empresas del sector manufacturero en Colombia’, Naomi N. Griffin sostiene que los cambios estructurales relacionados con el hundimiento del comercio con Venezuela, originado en la denuncia del Acuerdo de Cartagena en el 2006 y el consecuente retiro de la CAN, contribuyen a la contracción de la producción manufacturera nacional.
Los otros elementos que explican la debilidad del sector fabril desde el 2008, son el vertiginoso incremento de las importaciones de México, generado por la negociación del TLC en el 2011; y el impresionante crecimiento de las importaciones de China, ligado al mayor acceso a nuestro mercado, producido por la rebaja arancelaria de comienzos de la presente década.