El 15 de mayo se celebra el tercer aniversario de la entrada en vigor del TLC con Estados Unidos, considerado por el presidente Juan Manuel Santos como el “tratado más importante que hemos firmado en la historia”. Si bien es cierto que una valoración adecuada de una fecha tan significativa como esta requiere un periodo de tiempo no inferior a cinco años, no debemos descartar esta ocasión para examinar objetivamente las relaciones políticas y económicas conectadas con el TLC suscrito con la primera potencia del planeta.
El Acuerdo permitido enfocar la atención de Washington en torno de nuestros intereses de desarrollo económico, social y político. El Diálogo de la Asociación de Alto Nivel, auspiciado por el Secretario de Estado desde el 2011 –primero por Hillary Clinton y ahora por John Kerry–, ha consolidado la relación binacional en los cinco frentes que abordan periódicamente sus grupos de trabajo: democracia, derechos humanos y gobernanza, energía, oportunidades económicas y sociales, protección ambiental y cultura y educación. Es necesario evocar, también, que desde el 2012, Estados Unidos amplió la validez de las visas de 5 a 10 años para los colombianos que deseen viajar de forma temporal, determinación consistente con la aprobación del TLC que procura aumentar la inversión, fomentar las actividades económicas binacionales, la educación en el exterior y el turismo.
Sin embargo, en materia comercial, los resultados para Colombia no son buenos. Además del desplome de los ingresos petroleros, la revaluación del peso observada hasta julio de 2014, la demora de seis años en la aprobación del TLC en Estados Unidos y el desahucio irreflexivo de la Agenda Interna, que pretendía fortalecer nuestra competitividad, hay dos razones de fondo que desentrañan los pobres resultados del TLC.
En primer lugar, las preferencias unilaterales estadounidenses del Atpdea otorgaban –en compensación por la lucha andina contra el tráfico de drogas– libre acceso sin aranceles desde octubre del 2002 para nuestras exportaciones, salvo ron, atún enlatado y azúcar,que gozan, actualmente, de una cuota creciente anual de 78.000 toneladas. Si bien el TLC aseguró legalmente las preferencias, su impacto comercial adicional ha sido bajo.
La segunda explicación del infortunio del TLC resulta de la falta de claridad gubernamental sobre cómo usufructuarlo adecuadamente. Al inesperado cierre de la Oficina para el Aprovechamiento del TLC con Estados Unidos, consumado en junio del 2013, le sigue ahora el intempestivo corte presupuestal y la desbandada del director y los profesionales más capacitados del Centro de Aprovechamiento de los TLC, creado por solicitud expresa del Consejo Gremial. Esta es la prueba reina de que la historia comercial se escribe primero como tragedia y se repite luego como comedia.
Así pues, es preciso reorientar todas las entidades oficiales vinculadas con el comercio exterior colombiano hacia la mejora de la competitividad internacional, la promoción eficaz de nuestras exportaciones y el uso inteligente de los TLC.