En competitividad, la asignatura está perdida. Colombia empeoró en todos los frentes durante los dos periodos de la presente administración.

Con el sol en la espalda, el Gobierno se mueve hacia las tablas en busca de una definición histórica de su legado. En competitividad, la asignatura está perdida por el desinterés estatal en cumplir los postulados de la Visión 2032, definidos hace más de una década, según los cuales Colombia debería ser una de las tres economías más competitivas de América Latina.

El prestigioso Centro de Competitividad Mundial (IMD), con sede en Ginebra, Suiza, publicó recientemente el Anuario de Competitividad 2018, el cual evalúa 63 países –incluido Colombia–, elegidos en función de la disponibilidad universal de estadísticas comparables, denominados ‘datos duros’, que conforman las dos terceras partes de las clasificaciones internacionales. La tercera parte restante se compone de datos blandos, basados en una encuesta empresarial con 6.300 respuestas provenientes de las 63 economías valoradas.

El IMD construye, desde 1989, un indicador de competitividad fundamentado en cuatro pilares, que evalúan, para cada país, el desempeño económico, la eficiencia del gobierno, la eficacia de los negocios y la infraestructura tecnológica. Al examinar los informes del IMD entre el 2010 y el 2018, podemos concluir que nuestra competitividad va en caída libre. En efecto, Colombia se derrumbó en el escalafón de competitividad internacional del lugar 45 al 58 entre 63 países en los últimos ocho años. En Latinoamérica, perdimos un escaño, al pasar del sexto al séptimo lugar, cada vez más lejos de la Visión 2032.

De acuerdo con el IMD, el desempeño económico nacional cayó del puesto 35 al 51 entre el 2010 y el 2018, como resultado del deterioro de la economía doméstica (34 a 55), mengua del comercio internacional (47 a 49), quebranto del empleo (35 a 44) y aumento de la inflación (24 a 27). Solo mejoramos en inversión (34 a 31). En cuanto a la eficiencia del gobierno, perdimos 20 posiciones, pasamos del 38 al 58: por la desmejora en las finanzas públicas (37 a 43), aumento de los impuestos (24 a 42) y trabas a los negocios (43 a 56). En lo que atañe a eficacia de los negocios, el país se desplomó en el ranking del lugar 39 al 56: por la menor productividad (45 a 61), deterioro del mercado laboral (29 a 46), descalabro de las finanzas empresariales (44 a 56), menoscabo de la prácticas gerenciales (24 a 49) y perdida de actitudes y valores por la corrupción (38 a 57). En infraestructura, pasamos del lugar 53 al 58: por el bajonazo en infraestructura tecnológica (50 a 59), científica (55 a 58), salud (42 a 45) y educación (57 a 59).

La competitividad global de Colombia empeoró en todos los frentes durante los dos periodos de la presente administración. Este es su legado en competitividad. Vamos, entonces, como el célebre tango de Gardel, “cuesta abajo en mi rodada. Las ilusiones pasadas. Ya no las puedo arrancar. Sueño, con el pasado que añoro. El tiempo viejo que hoy lloro. Y que nunca volverá”.